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06 mayo 2008

Cómo convertir un país destruido en una potencia económica: Vietnam

El 2 de julio de 1976 nace de entre las cenizas de la guerra la República Socialista de Vietnam. Durante los primeros años siguieron las hostilidades, que culminaron con una breve invasión de China en 1979. En 1986, el Partido Comunista implementó las reformas de libre mercado, siguiendo la estela del modelo chino. A partir de aquí comenzó la historia del nuevo Vietnam, del cual sólo queda de comunista el nombre. Una vez que pasó a la historia la colectivización y se implantaron los modelos de libre mercado, el país empezó a prosperar. Las reformas de libre mercado, denominadas doi moi (renovación) fueron similares a las que Deng Xiaoping introdujo en China algunos años. Vietnam cambió su rumbo y creció a un ritmo trepidante, pues durante la pasada década creció a un ritmo del 7,5 %. Ya pocos reconocerían entre las tiendas de diseño de Ho Chi Min a la antigua Saigón. Los vietnamitas han pasado de ser pobres, muy pobres, a adquirir un buen nivel de vida. Y la economía vietnamita prosperó readaptando lo único que tenía, la tierra y su capacidad de cultivarse. El “milagro agrícola” consiguió que 85 millones de personas roturasen la tierra que nunca había conocido arado, y convirtiesen el país en uno de los suministradores mundiales de alimentos. En ese entorno propicio, se desarrolló una rápida industria manufacturera, y pronto los vietnamitas empezaron a exportar zapatos, muebles, y también ropa. Pero pronto su actividad industrial volvió a dar un paso de gigante, y ello se debió al movimiento de translocalización que realizó Intel al invertir 1.000 millones de dólares en una gran fábrica de microchips. Las importaciones sumadas a las exportaciones suponen un total que llega al 160 % del PIB del país, una asombrosa cifra que hace de Vietnam una de las economías más abiertas del mundo. Vietnam se ha convertido en la gallina de los huevos de oro para los inversores extranjeros y multinacionales, y ello se debe a que los costes salariales son bastante inferiores a los del sudeste de China, y la productividad está creciendo a buen ritmo. Este post se basa en el artículo "Half-way from rags to riches", publicado en The Economist April 26th 2008.

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